jueves, 17 de julio de 2014

LA ORDEN DIVINA.

Sucedió durante la guerra 1939-1945, un domingo al final del almuerzo, en una pequeña ciudad francesa que hasta entonces no había sido bombardeada. Un padre de familia oyó la sirena de alerta y dijo a sus hijos, que todavía estaban a la mesa: «Hijos míos, sonó la sirena; bajemos al jardín».

Algunos minutos después la casa fue bombardeada y no quedó nada de ella. Todos habían obedecido inmediatamente la orden del padre de familia y así pudieron salvarse gracias al refugio que habían cavado en el jardín.

Del mismo modo Dios, quien nos ama y desea que todos los hombres sean salvos, ordena arrepentirse. La orden viene del cielo, del Dios soberano que tiene toda la autoridad y la da a todos los hombres, sean ricos o pobres, cultos o ignorantes. “Todos pecaron” (Romanos 3:23). Por lo tanto, todos están implicados, nadie puede eludir tal orden.

La Biblia declara que todos los hombres se encaminan hacia un futuro eterno lejos de Dios, es decir, la perdición. Arrepentirse es primeramente reconocer que vamos por ese camino, que somos unos pecadores perdidos.

Pero Dios preparó un medio de salvación, y obedecerle es creer en Jesucristo. Sólo él puede salvar de la perdición y asegurar un lugar junto a él en el cielo durante la eternidad a todo el que cree en él, pues él llevó en la cruz el castigo que nuestros pecados merecían. En el evangelio de Juan nos dice lo siguiente: “Esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna” (Juan 6:40).

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