sábado, 26 de julio de 2014

SEAMOS AGRADECIDOS CON EL SEÑOR SIEMPRE!


¿Qué te pasó?, preguntó un vecino a un niño que tenía una tirita en la cara.
¡Oh!, respondió su madre que estaba junto a él, tropezó y cayó de cabeza sobre un rastrillo. Por poco se rompe un ojo.

El interlocutor parecía esperar algo más.
Espero que le sirva de lección, continuó diciendo la madre.
¿Eso es todo?, preguntó el vecino.
¿Y qué más quiere?, repuso la madre.
Falta la conclusión!, declaró seriamente el hombre, quien señalando el cielo agregó: “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2).

Cuán fácilmente olvidamos dar las gracias a Dios por todo lo que nos concede; por la vida que nos da y nos renueva, por su protección y su ayuda, a veces milagrosa! En el evangelio leemos que de los diez leprosos que Jesús había sanado, sólo uno volvió para darle las gracias (Lucas 17:11-19). Y nosotros, creyentes por quienes Jesús murió para darnos la vida eterna,

Podríamos dejar pasar un día sin darle las gracias y alabarlo por esa salvación tan grande? A esto tenemos que añadir todas las bendiciones materiales y espirituales que hemos recibido del Señor, todas las respuestas a nuestras oraciones, todas las alegrías que experimentamos en nuestras familias o cuando estamos reunidos en torno a él…

Claro que Dios merece nuestro agradecimiento! Que sepamos expresárselo mediante nuestras oraciones y una vida que le agrade y lo honre.

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